Una siempre se cree fuerte. Y lo soy en mi rutina diaria. Pero, durante este duro trayecto, la vida me superó. La fortaleza que creía tener se fue desvaneciendo.
Fueron meses desagradables. De rumores. Ya se sabe, hablar es gratis y, si es para criticar, mucho más sencillo. Dudaban de mí. Y no. No me rompí. No me arrugué con facilidad.
Sabía que el tiempo me daría la razón. Pero hay que aguantar el recorrido hasta ese día. Afortunadamente, llegó. Salieron pruebas y la verdad salió a la luz gracias a un vídeo. Se comprobó que nada de lo que decían de mí era cierto. Allí estaba. Blanca e inmaculada. Sí. Soy yo. La camisa del sargento.
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