La noticia de que uno de sus concejales electos, un tal Zapata, había puesto hace ¡cuatro años! unos ejemplos de chistes negros en su twitter saltó como una bomba y con una presencia mediática extraordinaria. En ellos hacía referencia tanto al Holocausto como a víctimas de atentados como Irene Villa.
Independientemente del mal o peor gusto de los chistes en cuestión me llama la atención la repercusión que todo esto ha tenido ocupando horas en televisones y tertulias como si fuera los más importante que pasa en nuestras vidas.
Y ahí es donde quería llegar. Por mucho que se empeñen, a día de hoy. los chistes que contó un tío, que ni conozco ni probablemente vaya a conocer, hace cuatro años, no están entre las prioridades de mi vida. Ni de la mía ni supongo que de la de nadie. Llegan a un punto en que nos intentar manipular de tal manera que se quieren meter hasta en las preocupaciones de nuestra cabeza.
Les da igual que los chistes en cuestión se contasen en un contexto de una discusión entre los límites del humor negro, que fuesen hace cuatro años cuando el tal Zapata no era concejal, o que la propia Irene Villa no le haya dado ninguna importancia.
La cosa llega hasta la fiscalía que le citado como imputado. ¿De verdad la fiscalía no tiene otras prioridades que hacer el ridículo con todo esto?
Y lo más fuerte de todo me parece que en la embajada de Israel se hagan los dignos y califiquen de intolerables las palabras de Zapata. Desgraciadamente lo que ellos están haciendo en Palestina no es ningún chiste. Cuestión de prioridades.
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